La autoestima no se relaciona con la genética y por lo tanto no se hereda. Se construye según nuestras vivencias, experiencias, estilos de crianza, lo que vemos y escuchamos en nuestro hogar de origen, el estilo de vínculo con aquellas personas que son un referente para nosotros, entre otras cosas.
Está íntimamente relacionada con la autoimagen y con la percepción que tenemos de nosotros mismos, vinculada además con cuán capaces y valiosos nos consideramos.
Adicionalmente, el amor propio es la base de esta autoestima. Alguien que se ama a sí mismo posee una autoestima ajustada, equilibrada, que es lo que necesitamos para lograr nuestros objetivos y metas: un bienestar integral y una buena salud mental. “Me quiero y luego existo”, es el consejo que remarca mi libro Decido quererme (que desde la semana pasada está también a la venta en Argentina).
Por todo lo expuesto, decimos que la autoestima es vulnerable a los cambios del ambiente, a las situaciones que experimentamos y que se modifica y deconstruye con mayor frecuencia de la que creemos.
Siempre hablamos sobre cómo mejorar nuestra autoestima, qué acciones tomar para fortalecerla, lo cual es totalmente válido y de gran ayuda.
Hoy me gustaría compartir con ustedes una lista de qué debemos evitar hacer para no destruir nuestra autoestima.
* Relaciones tóxicas. Sea cual sea el lazo que nos une a estas personas (amigos, familiares, parejas) tenemos que saber que las relaciones tóxicas son nocivas para nuestra salud mental y una autoestima equilibrada.
Tóxica es aquella persona que siempre te critica en forma destructiva, que nunca le resulta suficiente lo que hacés, tus esfuerzos o logros, que su discurso se enfoca siempre hacia lo catastrófico o por lo menos pesimista de la vida, sobre sí mismo y sobre ti.
Por lo general se trata de personas que nos generan sentimiento de culpa, inseguridad, ansiedad, así como pensamientos y emociones negativas.
Es fundamental reconocerlas como tal, identificarlas para luego disminuir la frecuencia de los encuentros o poner fin definitivamente al vínculo.
*Compararte. Tanto con aquellos que consideras mejores como con los peores. La idea es que te centres en tí, en tus propias capacidades, metas y logros.
Siempre recomiendo que la comparación sea contigo mismo, con tu propio proceso hasta el momento; desde dónde partiste, tus logros intermedios, hasta dónde llegaste hoy y qué te interesa alcanzar o conseguir a corto, mediano y largo plazo. Es importante diagramar un plan de acción para lograr todos tus objetivos.

* Asumir más responsabilidades de las que podés abarcar. Este consejo aplica al ámbito laboral o familiar. Es un acto de autocuidado y de cierto nivel de autoconocimiento y sabiduría.
Saber cuáles son nuestros límites y a su vez sentirse satisfecho, pleno y sin culpa al rechazar trabajo, proyectos u horarios laborales.
* Autoexigencia. En busca de la excelencia en lo que hacemos damos nuestro 100% y desplegamos todo nuestro potencial, pero debemos evitar la búsqueda de la perfección y el autocastigo cuando esto no se logra. Hacerlo nos expone a una frustración constante sin sentido. Es una exploración eterna que además nos hace infelices y nos genera una falsa sensación de inferioridad, incapacidad, entre otras.
* No poner límites. La dificultad para decir “no” a tu jefe, hijos, pareja, amigos, familiares y vínculos en general, te hace quedar en un lugar complaciente con el otro pero cero empático, cuidadoso y compasivo contigo. Esto se traduce en una sobre exigencia que conducirá a la frustración.
* Descuidar tus hábitos basales. Tus rutinas de autocuidado personal relativas a lo físico, mental, espiritual y salud piso-física como sueño, alimentación, sexualidad, así como también aseo y arreglo personal (tu imagen personal) son claves.
* Procrastinar. El hecho de dilatar determinadas decisiones o simplemente aplazar acciones y resoluciones (conflictivas o no) nos perjudica. En cambio, la decisión te empodera, te coloca en un lugar de movimiento y acción; te saca de tu zona de confort desafiándote. La decisión el mejor antídoto contra una autoestima debilitada.
* Criticarte negativamente. Hacerlo de forma sistemática, generalizando por un hecho que no salió como esperabas y diciéndote a tí mismo frases como “todo me sale mal, “soy un fracaso”.
* Diálogo interno negativo. Esa voz interior tiene que ser tu aliada y no tu enemiga. Referirte a tí mismo negativamente, hace que las palabras vayan calando hondo en tu cerebro, se impriman y, en algún sentido, terminemos creyéndonos ese cuento.

Ese diálogo contigo mismo que te socava, castiga, genera emociones negativas y una visión limitante de vos mismo. Es necesario erradicar urgente y de forma permanente este enemigo interno. Tenemos el poder para hacerlo y generar cambios.
Recordá que la relación más importante de tu vida es la que tenés contigo y que si no la cuidas se desgasta como ocurre con otro tipo de relaciones.
Es importante aprender a querernos, cuidarnos, aceptarnos, respetarnos, ser amorosos y compasivos con nosotros mismos, tal y como lo seríamos con nuestro mejor amigo o con alguien a quien apreciamos mucho.
El amor propio y la autoestima equilibrada son el pilar de nuestra salud mental y se encuentran en la base de cada acción, decisión y conducta que ponemos en práctica en nuestra vida diaria. Conocerte, quererte y cuidarte no es egoísmo: es reconocerte en tus luces y sombras, fundamental para modificar aquellos aspectos que te incomodan, sanar tus heridas y mirarte desde un lugar amoroso, empático y compasivo.
Te propongo tener presentes las palabras de Louise L. Hay que cito en mi último libro: “El amor es una cura milagrosa. El amarnos a nosotros mismos hace milagros en nuestras vidas”.
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