Cuando soltar duele: cómo superar una ruptura amorosa sin caer en la trampa de la dependencia emocional

Salir de una relación significativa no es solo cortar un lazo. Implica procesar el dolor, rearmar la identidad y reconocer si lo que sentías era amor o una forma de apego disfrazada.

Compartir esta noticia
Duelo Amoroso.jpg
Ruptura amorosa.

Marina volvió a escribirle a su ex a las tres de la mañana. Sabía que no debía, que no obtendría nada nuevo, pero algo dentro suyo se lo pedía con desesperación. El silencio de él la destruía más que sus respuestas ambiguas. Hacía semanas habían terminado, pero ella aún pensaba en él al despertar, al comer, al trabajar. “Sé que no me conviene, pero no puedo soltarlo”, dijo en una sesión. La escena se repite en miles de personas que atraviesan rupturas. Y no hablamos solo de tristeza, ni de duelo, ni de extrañar sino de una dependencia emocional que se vuelve obsesiva, que desgasta, que atrapa, que muchas veces se esconde detrás del romanticismo de “no lo puedo olvidar”.

Como neuropsicóloga, suelo decir que el desamor no solo se vive en el corazón: se procesa en el cerebro, se refleja en el cuerpo y, muchas veces, se enreda en nuestras creencias más profundas.

Motivos

¿Por qué cuesta tanto dejar ir, incluso cuando sabemos que esa relación no era sana? Hay varias respuestas. La primera: porque la conexión emocional no siempre desaparece con la decisión. El apego, incluso el que hace daño, puede seguir activo mucho después del final. Y el cerebro, que aprendió a asociar a esa persona con placer, seguridad o identidad, entra en una especie de “síndrome de abstinencia” cuando se pierde el vínculo.

Estudios en neurociencia afectiva, como los realizados por Helen Fisher, mostraron que personas recientemente rechazadas activan en sus cerebros áreas similares a las de una adicción (como el núcleo accumbens y la corteza orbitofrontal), especialmente cuando ven fotos de sus exparejas. Literalmente, el amor activa el sistema de recompensa, el mismo que responde a sustancias como la cocaína. Dejar una relación puede sentirse como dejar una adicción: aparecen impulsos, deseo de o, idealización y recaídas.

A esto se suman nuestras narrativas internas: “Sin él no soy nadie”, “Nadie me va a querer como me quiso”, “Yo no sirvo para estar sola”. Frases que no surgen solas, sino que fueron formadas por historias previas, modelos vinculares aprendidos y experiencias no resueltas.

Relación

Entonces, ¿es amor o es dependencia? Una forma de reconocerlo es preguntarte:

• ¿Podés estar bien cuando esa persona no está?
• ¿Podés pensar con claridad o todo gira en torno a él o ella?
• ¿Te quedás por amor o por miedo a estar sola?

La dependencia emocional se disfraza muchas veces de amor incondicional, pero es una relación basada en el miedo, el control, la baja autoestima y la necesidad de validación. Y no se trata de culparnos por eso, sino de entender cómo llegamos ahí y qué podemos hacer para salir.

Lo que no ayuda:
• Forzarte a “odiar” a la otra persona para poder soltarla.
• Pensar que “un clavo saca otro clavo”.
• Mantener o constante “como amigos” cuando aún estás emocionalmente enganchada.
• Espiar sus redes, repasar viejos mensajes o guardar objetos como anclas emocionales.

Todo eso te deja atrapada en un bucle de sufrimiento y dependencia, donde cada intento de “soltar” es saboteado por un deseo inconsciente de mantener vivo el vínculo, aunque sea de forma distorsionada.

ruptura amorosa.jpeg

Qué sí ayuda a salir de la dependencia emocional:
• Aceptar que duele. Salir de una relación significativa no es solo cortar un lazo: es resignificar tu identidad, tus rutinas, tus proyecciones. No minimices lo que sentís ni te apures a “estar bien”. El duelo necesita tiempo.
• Cortar el o, al menos por un tiempo. El famoso “o cero” no es frialdad: es una barrera para que tu cerebro deje de recibir estímulos que activan el apego.
• Trabajar en tu historia. ¿Por qué te aferraste tanto? ¿Qué partes tuyas sentís que completaba esa relación? ¿De qué cosas te protegía? Ahí está la clave.
• Recuperar tu mundo personal. Volver a vos. La dependencia muchas veces se forma cuando el mundo propio se achica tanto que solo cabe el otro.
• Pedir ayuda profesional. A veces no basta con consejos bien intencionados. La terapia cognitivo-conductual y el enfoque desde la neuropsicología permiten trabajar las distorsiones del pensamiento y los circuitos cerebrales implicados en el apego.

Romper el mito

No, el amor no todo lo puede. Hay vínculos que duelen más de lo que cuidan. Que despiertan tu versión más temerosa, más pequeña, más dependiente.

Y cuando eso pasa, no es señal de que tenés que insistir más. Es señal de que tenés que empezar a soltar.

Recomendaciones

1. Escribí una carta que no vas a enviar. Decí lo que no pudiste. No para que el otro lo lea, sino para que vos lo liberes.
2. Armá una rutina emocional post ruptura. Qué hacés cuando te invade la ansiedad, a quién llamás, qué actividad te calma.
3. Evitá idealizar solo lo bueno. Completá cada recuerdo romántico con lo que también dolía.
4. Date tiempo. No es lineal, no es rápido, no es fácil. Pero se puede.
5. No confundas intensidad con amor. A veces lo que sentimos no es amor profundo, sino una forma intensa de necesitar.

Un cierre necesario

No sos débil por haber amado. Pero tampoco estás condenada a vivir esperando que alguien vuelva, o a sufrir en nombre de algo que ya no está.

Aprender a soltar también es un acto de amor. Pero esta vez, hacia vos misma.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar