Jugar a imaginar: por qué el juego simbólico es clave en el desarrollo emocional y social infantil

Convertirse en héroes, médicos o maestros no es solo un juego: es una herramienta fundamental para que los niños desarrollen empatía, creatividad y habilidades para la vida.

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Niño y niña jugando a las cocinitas
Niño y niña jugando a las cocinitas
Freepik

Por Silvia B. Caloca*
En una era donde la tecnología y las agendas apretadas parecen definir la niñez, el juego simbólico continúa siendo el lenguaje universal de la infancia, recordándonos la capacidad innata de los niños para transformar lo ordinario en extraordinario.

Ese “hacer de cuenta”, donde se convierten en astronautas, médicos o personajes de cuentos, es mucho más que entretenimiento. Es una actividad natural que nutre su desarrollo cognitivo, emocional y social.

Jugar es mucho más que un pasatiempo infantil: es la manera en que los niños procesan el mundo, ensayan habilidades y aprenden a resolver problemas.

Definición

El juego simbólico es una forma de juego en la que los niños usan su imaginación para representar situaciones, roles o escenarios que no están presentes en la realidad inmediata.

A través de este tipo de despliegue, los niños pueden jugar a ser otra persona o personaje, recrear escenas cotidianas (como cocinar o ir de compras) o dar vida a objetos inanimados (como hacer que una caja sea un auto o que un muñeco hable).

Es un hito muy importante en el desarrollo infantil, permite a los niños procesar emociones, comprender normas sociales y experimentar diferentes perspectivas, lo que contribuye al desarrollo de la empatía y la autonomía.

Finalidad

A través del juego simbólico, los niños exploran y construyen su comprensión del mundo.

Mientras organizan una “casa” con sillas y mantas o improvisan una carpa imaginaria, desarrollan habilidades de planificación, resolución de problemas y pensamiento abstracto.

Según Jean Piaget (pionero de la psicología evolutiva), este tipo de juego es “puente entre la percepción y la representación, entre el pensamiento concreto y el pensamiento abstracto”.

Desde lo social, el juego simbólico fomenta la empatía y la cooperación. Al asumir distintos roles –el maestro, el cocinero, el héroe o el villano– los niños ensayan emociones y perspectivas ajenas, aprendiendo a negociar reglas, compartir y resolver conflictos. Este entrenamiento emocional temprano se traduce en mejores habilidades para la vida en comunidad.

Niña juega a ser astronauta
Niña juega a ser astronauta
Freepik

En un mundo donde las pantallas ocupan cada vez más tiempo en y de la infancia, es fundamental que padres y educadores promuevan momentos de juego libre que estimulen la creatividad y la imaginación.

Potenciar el juego simbólico implica favorecer el desarrollo cognitivo y creativo en la infancia, promoviendo habilidades para su formación integral.

Planificación

Algunas ideas o estrategias pueden ser:

● Dar tiempo para jugar, crear, imaginar, a veces implica habilitar cierto despliegue que luego podremos ordenar juntos.

● Dedicar un espacio en casa con elementos como muñecos, disfraces, cajas y telas para que los niños inventen sus propias historias.

● Transformar un área en una “carpa”, “hospital” o “escuela” con recursos, como carteles y objetos simbólicos.

● Es importante aprender a participar sin dirigir.

● En lugar de imponer una historia o reglas, acompañar las ideas de los niños y permitir que dirijan la dinámica del juego con su propia lógica.

● Preguntas como: “¿quién sos hoy?”, “¿a dónde vamos?”, “¿cómo podemos resolver este problema?” ayudan a enriquecer la narrativa sin interferir en el despliegue del niño.

● Leer cuentos y dramatizar historias ayuda a desarrollar la imaginación y el pensamiento simbólico.

● Organizar pequeñas representaciones teatrales improvisadas basadas en personajes o situaciones de libros o dibujitos, utilizando títeres. Estas actividades ayudan a reducir el tiempo en pantallas o el uso de dispositivos.

● Parques, jardines y plazas pueden convertirse en lugares ideales de aventura y exploración.

La infancia no necesita más actividades programadas ni más pantallas, sino más tiempo libre para descubrir, jugar y experimentar.n Fomentar el juego simbólico es creer en una infancia creativa, resiliente y socialmente competente. Después de todo, jugar es una de las maneras más serias de ser y aprender.

*Licenciada en Psicomotricidad, la encontrás en Instagram como @psicomotricidad_hoy

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