Las grasas fueron históricamente consideradas como peligrosas si se busca tener una buena salud. A quienes asistimos al desarrollo de las comidas rápidas, grandes superficies, delivery y globalización de los alimentos, nos quedó claro que no era una categoría amigable con una buena calidad de vida.
Endiosamos a la margarina en los 90 y por el contrario demonizamos a la manteca. Ahora volvimos para atrás y sabemos que las cantidades son la clave.
Lo mismo sucede con el resto de los alimentos presentes en la rutina donde también entendemos que es mejor elegir lo menos industrializado y de buena calidad.
Los productos ultraprocesados suelen tener exceso de azúcares, sodio, grasas de mala calidad y aditivos que, consumidos en exceso, pueden aumentar el riesgo de enfermedades como la obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión o problemas cardiovasculares.
Cuando elegimos alimentos de buena calidad, también estamos asegurando una mejor absorción de los nutrientes y favoreciendo nuestro bienestar a largo plazo.
Algunos conceptos todavía pueden generar dudas, por eso en esta nueva columna te propongo desmistificarlos.
1. Todas las grasas son fuente de energía: si.
Un gramo de grasa equivale a 9 kilocalorías independientemente de su origen. Esa es su función principal, la de proveer energía al organismo.
2. Sólo debemos consumir grasa de origen vegetal: no.
Combinar mayormente grasa vegetal (como aceite, frutos secos, palta) con algo de origen animal (carnes, yema de huevo, pescados como atún y salmón) es más recomendable y equilibrado. Ambas aportan nutrientes necesarios y lo importante es respetar siempre la forma de preparación: crudo es mejor que frito.

3. Sólo el aceite de oliva es bueno: no.
Todos los aceites tienen nutrientes saludables. Los de frutos como oliva, palta y coco son más protectores de la salud cardiovascular que los de semillas como el girasol, maíz o soja.
4. Debemos leer la etiqueta de los alimentos y evitar grasas trans (aceite vegetal hidrogenado): si.
El aceite vegetal hidrogenado o margarina es una forma de grasa químicamente modificada (naturalmente obtenida por las vacas gracias a la rumiación) que se acumula y adhiere a las arterias siendo precursoras de enfermedades no transmisibles. De ahí la tendencia a eliminarlas de los alimentos más elaborados y evitarlas como ingrediente.
5. Grasas crudas y cocidas es igual para el cuerpo: no.
El calor modifica la forma química de las grasas. Con ese cambio, las más adecuadas y necesarias se comportan como las otras.
Agregar el aceite al final de la preparación siempre es mejor idea que hacerlo al inicio. Dejar las frituras para excepciones también.
Con información y criterio, las grasas ya no son las malas de la película, sino todo lo contrario: demostraron estar en el grupo de los super héroes de la alimentación.