El Zucará: con más de 50 años de trayectoria, comparte la música con las nuevas generaciones

Julio Víctor González comparte el escenario con sus hijos para tocar los clásicos de Los Zucará y su repertorio solista. El 4 de junio estará en la Zitarrosa junto a Pilar Apesetche.

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El zucará
El Zucará.

A los 76 años, Julio Víctor González, la voz sobreviviente de Los Zucará, sigue siendo un faro de la música popular. Con una carrera solista que ha superado en duración los años dorados del dúo, ha forjado un camino de reinvención, llevando el folklore rochense a nuevos públicos. Hoy, vibra de emoción al compartir escenario con sus hijos, Martín y Daniela, en un trío que entrelaza raíces y modernidad. Su conexión con las nuevas generaciones podrá verse el 4 de junio en la Sala Zitarrosa, en un concierto con entrada libre junto a la joven artista Pilar Apesetche.

Nacido en Rocha en 1949, sus primeros recuerdos se remontan a una infancia impregnada de sonidos. Con apenas 4 o 5 años, jugaba con una guitarra de juguete, acompañando a una niña, hija de una empleada de su casa, que traía ecos brasileños del norte. “Hablaban medio raro y cantaban en portuñol”, comenta a Domingo, evocando la inocencia de aquellos días. A los 7 años, su padre percibió su pasión y lo inscribió en clases de guitarra clásica en Rocha. Aunque confiesa que era “bastante vago” para estudiar, su oído privilegiado lo llevó a aprobar hasta sexto año.

En la adolescencia, se dejó atrapar por los ritmos pop de los 60, sobre todo por el Club del Clan, en el que se dieron a conocer cantantes como Palito Ortega, Violeta Rivas, Johnny Tedesco y Nicky Jones, entre otros. Pero fue el primer disco de los Beatles que escuchó el que “le abrió la cabeza”, junto con la música brasileña que siempre lo cautivó. En el liceo, formó un grupo con compañeros, tocando folklore argentino, como las canciones de Los Cantores de Quilla Huasi, que resonaban en una época en que la música uruguaya apenas despuntaba.

Siendo un adolescente, dio un salto inesperado al escenario profesional. Apasionado por la batería, solía colarse en los ensayos de una “orquesta” (así les decían a las bandas) local, fascinado por el “toque” del baterista. Cuando este, un bancario, fue trasladado a Maldonado, le ofrecieron el puesto. “Me animé y empecé a tocar en bailes, con 15 años”, relata. Los fines de semana se llenaban de matinés domingueras en el club de su barrio y noches de baile en La Paloma, Chuy, Lascano y Aguas Dulces. “Nos contrataban seguido, viajábamos en verano, y me ganaba unos pesitos”, recuerda. Ese fue su primer trabajo como músico, una puerta al mundo profesional que lo preparó para el destino que lo aguardaba.

Inicio de “Los Zucará”

En 1967, a los 18 años, un encuentro fortuito marcó su vida. Buscaba su batería prestada en la casa de un amigo cuando escuchó a Humberto Piñeiro, vestido de traje y corbata, ensayando para una presentación en el recién inaugurado Canal 7 de Rocha. Piñeiro, montevideano de 1945, había llegado a visitar a su madre y fue invitado a cantar en el estudio de TV. “Lo escuché y dije: ‘Este es el que ando buscando’”, cuenta González. Inspirado por Los Olimareños y el dúo rochense Los Caminantes, cuya armonía de voces lo dejaba boquiabierto, buscaba una primera voz para formar un dúo. Invitó al “petiso” Piñeiro a guitarrear en su casa, y la química fue inmediata.

“Las voces se acoplaron de entrada, sonó muy bien”, recuerda. Convencer a Piñeiro, que tenía trabajo y pareja en Montevideo, no fue sencillo. González insistió, logró que le consiguieran un empleo en la Difusora Rochense como oficinista, y su futuro partenaire artístico se quedó.

Así nacieron Los Zucará, que debutaron ese mismo año en la elección de Miss Rocha con dos canciones: una samba romántica de Piñeiro, incluida en su primer disco, y Vallecito de Los Quilla Huasi, con un recitado “medio cordobés” que a González no terminaba de convencer, pero que reflejaba la impronta única de su compañero. “Humberto tenía una forma de cantar y frasear que no era muy uruguaya, y eso nos dio un estilo distinto”, explica.

Los Zucará comenzaron a fusionar folklore uruguayo con influencias latinoamericanas y musicalizaciones de poetas como Lucio Muniz. Grabaron 12 LP y 5 CD, logrando tres discos de oro y dos de platino, con trabajos como Poema de Octubre (1970), Los Zucará (1972), En tu imagen (1976), Lamento de febrero (1977), Calles (1978) y Cosas del camino (1980).

Su repertorio, enriquecido por canciones del venezolano Alí Primera, el mexicano Gabino Palomares, la peruana Chabuca Granda y la chilena Isabel Parra, alcanzó su apogeo entre 1980 y 1984, en los últimos años de la dictadura. La maldición de Malinche, Coquibacoa y A la patria, se transformaron en himnos para muchos.

“Coquibacoa, de Alí Primera, es la más difundida, la canta todo el mundo”, afirma González. El concierto masivo del dúo en el Club Atenas de Montevideo en 1981 marcó un hito, pero la dictadura trajo desafíos. En Treinta y Tres, una noche terminaron en un calabozo por cantar La maldición de Malinche, prohibida por los militares. “La gente la pedía tanto que no nos aguantamos”, confiesa. Pasaron la noche detenidos, pero su arraigo en Rocha, donde todos los conocían, los protegió. “La sacamos barata, nunca nos tocaron”, asegura.

Carlos Malo y Julio Víctor González, El Zucará, en los Premios Graffiti 2019. Foto: Marcelo Bonjour
Carlos Malo recibiendo el premio a mejor album de folclore - Entrega de los Premios Graffiti 2019 a lo mejor de la musica uruguaya, en el Auditorio Adela Reta en Montevideo, ND 20190827, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

Duelo y reinvención

La muerte de Humberto Piñeiro el 24 de marzo de 1995 fue un golpe devastador. “Fue tremendo, brutal, muy traumático”, ite González. Quedó bloqueado, incapaz de cantar las canciones del dúo al principio. Antes de la tragedia, ya había comenzado a explorar su camino solista en un estudio de Rocha, musicalizando poesía, un proyecto que Piñeiro apoyaba con entusiasmo.

“Me decía: ‘Julito, qué lindo’, y me daba para adelante”, recuerda. Tras la pérdida, se refugió en esas grabaciones, pero el camino fue arduo. En el Festival del Olimar, meses después, un homenaje a Piñeiro con luces apagadas y su imagen en una pantalla gigante lo descolocó. Intentó cantar temas nuevos, con percusión y bajo, pero el público no conectó. “No les interesó, querían las canciones de Los Zucará”, rememora.

La falta de trabajo, sumada a una separación de pareja, lo sumió en una etapa “dificilísima”. Hasta que en 1998, un disco solista con Montevideo Music Group marcó su renacimiento. Titulado Intisol, incluyó una canción encontrada por casualidad, escrita por un argentino que hacía terapias con canto y danza andina. “Eso me salvó”, confiesa. El álbum le abrió las puertas de nuevo a los festivales, consolidando su nueva identidad como “el Zucará”.

En los años siguientes, lanzó discos como Caminos del viento (2002), donde exploró sonoridades introspectivas, y Raíces del Este (2008), un homenaje a sus orígenes rochenses con toques modernos.

También colaboró con figuras como Braulio López, exintegrante de Los Olimareños, en proyectos que fusionaron tradición y experimentación. A diferencia de Los Zucará, donde confiaban en poetas como Lucio Muniz, González comenzó a escribir sus propias letras, un desafío que lo entusiasmó. “Teníamos tan buenos poetas alrededor que nunca necesitamos escribir”, explica. Componer desde cero se convirtió en una pasión, y su carrera solista, que ya supera en duración a la del dúo, refleja una reinvención constante, marcada por la libertad creativa y el arraigo a sus raíces.

Concierto en la Zitarrosa

En estos días, el Zucará se prepara para un concierto que dará el 4 de junio en la Sala Zitarrosa, con entrada libre. Se trata de un proyecto de la Intendencia de Montevideo que une a artistas con trayectoria y con otros emergentes, como la tacuaremboense Pilar Apesetche. Lo que hace único este espectáculo, es su carácter familiar. González subirá al escenario con sus hijos, Martín y Daniela, en un trío que combina guitarra, cuatro, cello y flauta. Daniela, que tiene su propio espectáculo solista, aporta un color fresco con su cuatro y su voz. “Es maravilloso cantar con ellos”, dice González. Y recuerda que hace años que comparte escenario con Martín, con quien tiene un dúo consolidado.

El repertorio de esta banda familiar incluye versiones renovadas de clásicos de Los Zucará, junto con canciones de Daniela y otras sorpresas.

Para González, este espectáculo es la celebración de un legado que trasciende generaciones. Desde aquella guitarra de juguete de su niñez en Rocha hasta el escenario de la Sala Zitarrosa, su vida ha sido un viaje de música y resistencia. Con Los Zucará, marcó una época con discos como Poema de octubre y Cosas del camino; como “el Zucará” se reinventó con Intisol, Caminos del viento y Raíces del Este; y ahora, junto a sus hijos, lleva el eco del este uruguayo a un nuevo público.

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