A través del Canal E-Radio Perfil de Buenos Aires, hemos examinado algunos paralelismos entre la evolución de la economía uruguaya y la del país vecino. Hace no mucho las diferencias eran insalvables, pero, hoy, las diferencias se han acortado y con el tiempo va a ser más fácil, como solíamos hacer en los años ´90 y previo al período 2005-10.
El economista Diego Giacomini ha hecho observaciones sugestivas respecto de Argentina: el plan del gobierno está diseñado según conveniencia de los burócratas (políticos, staffs de multilaterales, sector financiero) y está lejos de mostrar que va a ser beneficioso para los argentinos, enfatizando lo importante de la microeconomía. Insiste en que ciertas políticas macro, hieren a muchos sectores y a las micro, convirtiendo cualquier programa en dinámicamente inconsistente. De este lado tampoco estamos inmunizados.
¿Errores u omisiones?
Allí por la pandemia, Búsqueda refería que un trader financiero “volaba por los aires”, dejando un tendal de damnificados a su paso, mientras el regulador suele llegar tarde, se excusa en su competencia, o mira de costado.
Un reciente informe del mismo semanario refería que, sin marco regulatorio acorde, y varias prácticas cuestionadas, decenas de brokers operan en Uruguay. Se trata de una investigación propia, consultando fuentes especializadas, documentos confidenciales, expedientes judiciales, registros comerciales, contratos, grabaciones, etc.
En el último año, inversores y gente común, han visto esfumarse más de U$S 600 millones, frente a las narices de tantos actores formales. Resulta dramático y tragicómico. Por otro lado (información ad-hoc confidencial), se conoce que millones de dólares de fraudes a los bancos, están siendo cometidos desde el 2024, con una opacidad llamativa de parte de bancos y regulador, con pérdidas económicas para miles de personas y el obvio daño psicológico que supone.
Quizás el regulador (BCU) deba ser evaluado en su tarea de velar por el interés y patrimonio de ahorristas, inversores, deudores, con respecto a estas y otras cuestionadas actuaciones u omisiones. La pelota está en la cancha del gobierno y del parlamento.
BCU: ¿silencio o inocencia?
Asumió el economista Guillermo Tolosa como presidente del BCU. Le hemos escuchado comentarios auspiciosos, otros menos. A su vez, hemos mantenido discrepancias con Diego Labat, ex presidente del BCU (nos merece un alto respeto), relativo a prioridades, trade-off inflación-competitividad y el papel del regulador.
He sostenido desde estas columnas que es difícil lidiar con el statu quo y potentes equipos técnicos del BCU, salvo que haya una conciencia de que ciertas cosas tienen que cambiar. Para ello se debe contar con un apoyo político importante, para hacer lo que hay que hacer. Como todo “director técnico”, no debe ser amigo de los “jugadores”.
El desafío que tiene Tolosa no es menor y está lejos de lo que aparece en la superficie (bajar la inflación). En efecto, al BCU se le plantean desafíos mucho más urgentes, visto los problemas detectados de inacción y omisión en varios temas regulatorios y como “controller” del sistema financiero y del mercado de capitales, pero sin perder de vista que lo esencial, es velar por el resguardo de los intereses de los s. Fraudes, endeudamiento, opacidad, abuso de posición dominante, prescindencia y ausencia de controles del Estado, etc. deben corregirse.
Guardería de bancos
El sistema político no ha logrado dar una solución sólida, para el tema del endeudamiento endémico e ignominioso de gran parte de los ciudadanos del país, salvo una solución magra (“cuasi dádiva”), tardía, a la que se llegó a las apuradas y por presiones de parte de la opinión pública y algunos sectores.
El regulador se ha transformado en “baby sitter” de bancos, tarjetas de crédito, intermediarios financieros. Una guardería para que éstos y otros actores en la “cima de la cadena alimenticia” puedan operar con comodidad, mientras se fondean a tasas claramente muy bajas (riesgo país mediante y someras tasas pasivas), prestarlas a tasas especulativas y agregando costos nada desdeñables por comisión de todo tipo de servicios, en un ambiente “controlado” y asegurado por el regulador (un coto de caza). La culpa no es del chancho, obviamente.
Tolosa habló de mejorar la inclusión financiera (la que ha traído tanto ventajas como inconvenientes), pero tiene que ser un instrumento al servicio y en apoyo al , una opción de eficiencia, pensada para mejorar los servicios, más que como instrumento de persecución. El mismo Tolosa enfatizó que la transición digital ha traído enormes ganancias a las instituciones financieras, pero, refirió a riesgos de hackeos y fraudes y que la mala o falta de regulación ha dejado a uruguayos en el camino. Mejor enfocado imposible.
El mismo Tolosa asoció la mejora en la inclusión financiera a la mejora en el al crédito, que no sucedió y agregó que el rol del BCU es “combatir el lavado de dinero, garantizar la entrada de capitales y dar seguridad a los ahorros de la ciudadanía, lo que solo se dio parcialmente”.
Tolosa hace bien en señalar que hay y hubo una falencia en la regulación y que trabajarán “para evitar que los vacíos legales limiten la acción de los supervisores, hay uruguayos que han perdido muchos ahorros no bancarios en los últimos tiempos, episodio que expone a las claras, la necesidad de mejorar la capacidad de evaluación de riesgos”.
El presidente del BCU tiene menos recorrido en el Estado y la política, pero viene con menos ataduras y otra perspectiva, ojalá pueda encarar cambios profundos, que la sociedad realmente necesita. Lo mejor para su gestión y ojalá lo recordemos como a otros que hicieron historia.