La gesta de Lavalleja y los movimientos independentistas ¡Tenemos gobierno provisorio en la Provincia Oriental!

Un cronista del periódico El Piloto narra, en primera persona, la gesta de Juan Antonio Lavalleja y los movimientos independentistas que acabaron con la dominación brasileña.

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Juan Antonio Lavalleja
Juan Antonio Lavalleja

Francisco Vázquez
En este día memorable, decimocuarto de junio del año de Nuestro Señor de 1825, la Villa de la Florida, en el corazón de nuestra amada Provincia Oriental, ha sido testigo de un acto de singular trascendencia para el porvenir de nuestra tierra. Bajo un cielo diáfano, los patriotas orientales, guiados por la firme voluntad de libertad, han instituido el Gobierno Provisorio de la Provincia Oriental, depositando la presidencia en la persona de Don Manuel Calleros, un hombre de probada lealtad a la causa de la independencia y antiguo compañero de las luchas artiguistas.

El camino hasta este momento ha sido forjado con el arrojo de los libertadores al mando de Juan Antonio Lavalleja, quienes en número de poco más de 40 almas, verificaron su glorioso desembarco el pasado 19 de abril en la Playa de la Graseada, resueltos a sacudir el yugo del Imperio del Brasil. Desde entonces, en menos de dos meses, las huestes patriotas han logrado proezas irables, tomando el control de vastas extensiones al sur del río Negro. Las villas de San José y Canelones han jurado lealtad a la causa, mientras los ejércitos brasileros, intimidados por el ímpetu de nuestros hombres, se han replegado a las murallas de Montevideo y Colonia.

La bandera de la Provincia Cisplatina flameando en nuestra tierra es insultante. Es un gallardete verde, ¡un color horrible! Para colmo de males, nos refriega en el rostro el escudo de armas del Imperio del Brasil, que luce al centro. Anhelamos que en breve sea cambiado para siempre por nuestro hermoso pabellón tricolor, con sus franjas celeste, blanco y punzó. La insignia que desde las luchas de Don José Artigas representa los ideales de la independencia y la unión a las Provincias Unidas.

¡Tampoco queremos hablar en portugués! ¡Ni usar sus reales como moneda de cambio! ¡Fuera bayanos de estas tierras!

El pasado 27 de mayo, desde su cuartel en Barra del Pintado, el general Lavalleja, con la prudencia de un verdadero caudillo, convocó a los cabildos de la campaña para que los pueblos designasen representantes, con el noble propósito de organizar un gobierno que diera forma y sustento a la rebelión. Hoy, en cumplimiento de aquella resolución, se ha constituido este Gobierno Provisorio, y el mismo Lavalleja, en un gesto de republicanismo digno de encomio, ha cedido sus atribuciones civiles a esta autoridad naciente, reservándose el mando de las operaciones militares para continuar la lucha contra el opresor.

El general instaló su cuartel general en la barra del Santa Lucía chico y luego en la barra del arroyo Pintado. A su vez, Don Frutos estableció el suyo en Durazno, sobre el río Yi, con áreas para acantonar soldados, caballos y provisiones. Es en estos campamentos donde se han organizado las milicias que, afortunadamente, cada vez son más.

Lavalleja, montado a menudo sobre su tordillo, recorre las tiendas sin escolta, intercambiando palabras con los más jóvenes y saludando a los veteranos con una palmada en el hombro. Este hombre de baja estatura pero grandiosa presencia, viste con sencillez, y come lo mismo que sus soldados: charque, tortas de campaña y alguna res echada por la tropa en los campos cercanos.

Bandera de la Provincia Cisplatina
Bandera de la Provincia Cisplatina.

Rivera, por otra parte, es hijo de la tierra que hoy lo cobija, conocedor profundo de sus senderos y silencios; por lo que ha sabido imprimir orden sin sofocar el temple libre de sus soldados. La disciplina es rigurosa, aunque no exenta de camaradería. En su campamento, el olor a carne asada se mezcla con el humo de los fogones. Y entre ruedas de mates y cigarros, se cruzan relatos de las antiguas campañas de Artigas, y de la esperanza que renace con cada amanecer. Lo que aquí escribo nadie me lo contó, yo mismo lo he visto y oído.

La instalación del gobierno en la Villa de la Florida, que se concretó hoy, marca un hito en nuestra cruzada por la libertad. Con Don Manuel Calleros al frente, hombre de rectitud y larga experiencia en los asuntos públicos, se abre una nueva etapa en la que la voluntad del pueblo oriental se organizará para consolidar los triunfos alcanzados y avanzar hacia la emancipación definitiva. La esperanza florece en los corazones de los orientales, y la fe en nuestra justa causa nos impulsa a seguir adelante, confiados en que la Providencia guiará nuestros pasos hacia la victoria.

Calleros es un veterano de las gloriosas guerras de la Revolución Oriental de 1811. Su prestigio entre los vecinos de la campaña y su probada capacidad para la organización lo señalaron como el hombre idóneo para liderar el gobierno que hoy se constituye.

Su carácter austero, su compromiso con la justicia y su adhesión a los ideales de libertad lo convierten en un guía digno para estos pueblos. Además, como diputado por la Villa de Nuestra Señora de los Remedios, su voz resonará en la Honorable Sala de Representantes, que pronto esperemos pueda reunirse para deliberar sobre el destino de nuestra patria. Bajo su liderazgo, se espera que este gobierno siente las bases para un porvenir de independencia y unión con las Provincias Unidas, conforme al anhelo de los patriotas.

Que la Providencia lo ilumine en la ardua tarea de conducir a la provincia hacia su libertad, y que su nombre quede grabado en la memoria de los hombres libres que hoy luchan por un mañana sin cadenas.

Con 62 años de edad, Don Manuel firmó la circular llamando a representantes de las villas para respaldar la nueva revolución. El texto, de su puño y letra, dice así: “La Provincia Oriental desde su origen ha pertenecido al territorio de las que componían el Virreinato de Buenos Aires, y por consiguiente fue y debe de ser una de las de la unión argentina representadas en su Congreso General Constituyente”.

El escrito, leído en todos los pueblos con cabildo, prosigue: “Nuestras instituciones deben modelarse por las que hoy hacen el engrandecimiento y prosperidad de los pueblos hermanos. Empecemos por plantear la Sala de Representantes, y este gran paso nos llevará a otros de igual importancia, a la organización política del país y a los progresos de la guerra”.

El documento fue chasqueado a toda la provincia, eludiendo los valerosos jinetes en cada monte y llanura las patrullas del imperio. Con él se sigue propagando, como en un reguero de pólvora, la delgada pero firme llama de la libertad que, sabemos, derramará en una gran hoguera.

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