Menos mal que está en pausa

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Hoy se cumplen cien días del gobierno de Orsi. Hay una crítica fuerte que la oposición le hace: está en pausa. No se han tomado iniciativas importantes que marquen la agenda; o brindado anuncios reformistas que fijen prioridades para encontrar mayorías legislativas y avanzar. Incluso, el gobierno ha reconocido que ese es el talante correcto: pasos cortos; sin apremios ni urgencias; y anunciando resultados cuando los haya, si los hay, de manera de no generar expectativas desmedidas.

La verdad es que vistas las bases programáticas del Frente Amplio (FA) presentadas en la campaña del año pasado, que debieran ser las que guíen al gobierno en su accionar, lo mejor que puede pasarle al país es que el gobierno siga en pausa. Pongo un solo ejemplo: es de sentido común lo que el ministro Oddone señala sobre la necesidad de mantener reglas de juego amigables y previsibles para atraer inversiones privadas. Esas inversiones resultan imprescindibles para potenciar el crecimiento y disponer así de los recursos para sostener el tipo de convivencia social que los uruguayos prefieren, hecho de dispendiosos gastos estatales.

Empero, si el ministerio de vivienda implementa su primer y recientemente anunciado lineamiento de gestión, entonces volarán por los aires las certezas que Oddone pretende brindar. El lineamiento quiere subir artificialmente (a través de viviendas públicas) la oferta de inmuebles y bajar artificialmente (a través de subsidios estatales) el precio de los alquileres, para procurar así que estos sean menos caros. Es decir, si se concreta, el gobierno estará diciendo a los centenares de inversores privados que en estos años fueron protagonistas del boom de la construcción a través del plan de vivienda promovida, por ejemplo, que el Estado competirá con ellos y que, de esta manera, dañará las rentas por alquileres y la evolución de las valorizaciones de los inmuebles que ellos habían previsto al momento de decidir sus inversiones.

El planteo del ministerio de vivienda no es raro. Está en las bases pro- gramáticas. Entonces, qué es mejor, ¿que el gobierno actúe con diligencia para cumplir con ellas, o que su parsimonia de estos cien días se eternice? El dilema vale para otros rubros importantes. Por ejemplo: recién para 2026 se tendrán definidos los cambios en seguridad: y mejor así, porque hay que evitar a toda costa la implementación de la propuesta del FA de la desprisionalización. Recién en la segunda mitad de 2026 saldrá algo concreto del diálogo social para cambiar la reforma de la seguridad social: y mejor así, porque poner en tela de juicio a las Afaps privadas no es la mejor idea, a pesar de que eso haya figurado en las bases programáticas del FA.

Hay gente inteligente en la izquierda que sabe que alcanzaron el gobierno con un programa disparatado. Patearlo para adelante por un lado enojará al comité de base. Pero por otro lado sintonizará con las grandes mayorías que en verdad para nada votaron ningún cambio izquierdista y potente. Más bien, en todo caso, apoyaron pequeños ajustes liderados por un presidente templado, con sentido común, y nunca brillante sino más bien enormemente empático des- de su lugar de escucha igualitaria. Creo que son mayoría los que se dicen: menos mal que está en pausa (ruido de mate).

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