Sustancias prohibidas

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Como cada tardecita, el hombre llegó a su casa luego de una larga jornada en la oficina y se dispuso a cumplir con su rutina de relax. Se sacó la corbata, preparó el mate y atravesó la cocina rumbo al jardín. A la pasada, tomó de su bolso de trabajo un paquete que acababa de comprar en la farmacia de la esquina. Caminó unos pasos más y se instaló en su sillón favorito, bajo el parral. Apoyó el termo y el mate en la mesita, abrió el paquete y extrajo de su interior una buena cantidad de cannabis Epsilon III, con predominancia sativa y un índice de THC del 20%, según informa una etiqueta en su envoltorio. Sacó hoja de papel de fumar de un librillo y, con la pericia de quien ha repetido la tarea miles de veces, se armó un porro. Arrimó la llama del encendedor a la punta y, cuando estaba dando la primera pitada, llegó su mujer. Se la veía angustiada.

- Tenemos que hablar -le dijo.

- ¿Pasó algo?

- Tommy.

- ¿El novio de la nena?

- Sí. Hoy cuando la vino a buscar para ir a facultad, le sentí olor a Blueberry Ice en la ropa.

Los ojos del hombre, ya achinados por la inhalación del humo de la Epsilon III, se llenaron de preocupación.

- ¿Vapea? -Preguntó, consternado.

La mujer asintió con la cabeza y se derrumbó en una silla al lado de su marido. Miró el porro que él le extendía, lo tomó entre los dedos índice y pulgar y se lo llevó a los labios.

Mientras la mujer fumaba, el hombre, decidido a tomar el toro por las guampas, dijo que iban a tener que hablar muy seriamente con la hija.

-Tommy consume sustancias prohibidas, José. ¿Te das cuenta?

José movió la cabeza de un lado a otro, como negándose a creer.

- Parecía un chiquilín buenísimo -se lamentó ella-. Trabaja, está a punto de recibirse…

- Ese bigotito suyo debió habernos alertado -se reprochó el hombre.

- Andá a saber dónde consigue esa porquería. Seguro la va a buscar a los cantes. ¡Imaginate si la nena lo acompaña! Tenés que hacer algo, José.

- Estamos fallando como mapadres -concluyó él, la cabeza echada hacia atrás y los brazos colgando.

Si al lector la situación narrada le pareció ridícula, sepa que vive en un país más ridículo aún. Donde se toman decisiones absurdas para limitar las libertades y donde gobierna una estupidez tan inverosímil como la familia que le acabamos de presentar.

Vapear pasó a ser ilegal en Uruguay. Así lo anunció el gobierno en una conferencia de prensa. Los productos y dispositivos involucrados en el acto de vapear no pagarán impuestos ni serán controlados por ninguna entidad especializada en salud. No deberán mostrar un detalle de sus componentes y probablemente vengan en un envoltorio negro, sin información de ningún tipo, que alguien le entregará en una esquina a cambio de efectivo contante y sonante, para luego desaparecer en la oscuridad de la noche.

La clandestinidad celebra la decisión del gobierno. El contrabando y el mercado negro aplauden de pie a la ministra Lustemberg. Y el gobierno, en su afán de ponerte la pata arriba de la cabeza, decidiendo lo que podés hacer y lo que no, te condena a consumir basura, atentando contra la salud de la población. ¿O alguien va a pensar que el vapeador va a dejar su hábito porque el gobierno lo prohibió?

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