Tupamaros

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Días pasados tuve oportunidad de presentar un nuevo libro escrito por Javier Suárez sobre el MLN. El mismo se suma a la ingente producción ensayística, histórico y literaria que este ha generado. Decenas de volúmenes sobre un fenómeno que todavía hoy, a 63 años de sus inicios, sigue colmando de aplausos y reprobaciones. Sin embargo, aquí el enfoque difiere. Se centra en “Los otros Tupamaros”, aquellos que siendo dirigentes de la Organización decidieron en Argentina durante el año 1974 suspender las armas, para organizar un partido marxista-leninista, dispuesto a convencer mediante el trabajo político.

Este enfoque, que originó primero la renuncia a la dirección del movimiento, y posteriormente, sobre fines de ese año, su alejamiento del mismo, ha sido objeto de innumerables adhesiones (fue seguida por la mayoría de sus integrantes, fundamentalmente en el exilio argentino y cubano) pero también de acusaciones y amenazas de muerte que llevaron a calificarlo como “traición a la causa”. Lo que el reciente libro plantea es cómo explicar la transición desde la adhesión incondicionada a la violencia a través del “foquismo urbano” que la organización priorizó, hasta la labor de pausado convencimiento de la ciudadanía que eligieron los “renunciantes”.

La conclusión, que constituye el cogollo del tema, se aloja en la convicción de sus protagonistas que la derrota del movimiento en 1972 fue de tal magnitud que su continuidad apostando a la “guerra” hubiera supuesto una masacre no merecida para la juventud idealista que los seguía. Su decisión que solo reivindicando al leninismo se legitimaba, está expuesta en el libro que aludimos, con la prudencia y las dudas, que estas resoluciones, en las durísimas condiciones represivas de la dictadura uruguaya siempre despiertan. Años más tarde, Jimmy Whitelock, tempranamente asesinado, Lucas Mansilla, Luis Alemañy y Kimal Amir -el último entrañable amigo- ya en el exilio europeo, renunciaron al marxismo, dominante en ese período, para derivar hacia el liberalismo político conservando, eso sí, una actitud crítica y reflexiva hacia este.

Hoy para mí, el sesentismo, el clasismo revolucionario, la convicción que la democracia tanto aquí como en el resto de América Latina era un aparato engañoso, formal, burgués e inoperante que solo la lucha armada podía derrocar, me resultan reliquias apolilladas. Terribles errores ético/políticos que junto a las dictaduras militares desvastaron el continente. Por más que las primeras se mezclaran, en combinaciones indeseadas, con el justificado reclamo de justicia y equidad social. El MLN. T, no surgió ni para luchar contra una dictadura -que confundió con el autoritarismo del período que el mismo movimiento promovió- ni para prevenirla. Surgió para consagrar el socialismo sustituyendo al capitalismo y a la democracia liberal que lo acompañaba. Nunca fue equiparable al demencial terrorismo de Estado que lo sucedió. Pero creo que sin Tupamaros no hubiera habido dictadura militar, ni por ende demonios. También creo que esa valoración, no totalmente desarrollada en 1974, bullía en los “renunciantes” quienes tuvieron la valentía, en las dificílisimas condiciones del exilio, de ponerlo en práctica. Vale este nuevo libro para confirmarlo y homenajearlos.

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