¡Vladimir STOP!

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Desde el punto de vista del tiempo cronológico, Donald Trump asumió la presidencia de EE.UU. hace tres meses. Cualitativamente, esas pocas semanas parecen otros tantos años. También es cierto que las ambiciosas ideas del nuevo primer mandatario se han enfrentado a la realidad de las cosas y no siempre han ganado. Durante la campaña electoral, Trump proclamó que se reuniría con los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de Ucrania, Volodímir Zelenski, y conseguiría una paz en 24 horas. No ha sucedido.

Hasta ahora, el papel del presidente ha sido, en la más favorable de las interpretaciones, ambiguo. En la menos favorable, parecería haberse inclinado más por Rusia, el agresor, que, por Ucrania, el agredido. La conferencia de prensa con Zelenski en la Casa Blanca fue una vergüenza internacional difícil de olvidar.

Ahora, quizás, esa actitud comience a cambiar como resultado de la obtusa diplomacia rusa.

La semana pasada comenzaron a circular en la prensa los lineamientos de una propuesta para un acuerdo de paz formulada por los Estados Unidos. Los principales puntos incluirían: conversaciones directas entre Rusia y Ucrania; este país no podría integrarse a la OTAN, pero si a la Unión Europea; los Estados Unidos reconocerían “de jure” la ocupación de Crimea por Rusia y “de facto” el control del territorio de las provincias que hoy ocupa Rusia; el estatus de la central nuclear de Zaporiyia; la libre navegación del río Dniéper; acuerdo sobre a minerales entre los Estados Unidos y Ucrania; y garantías de seguridad para Ucrania. Otro punto clave sería que, al firmarse el acuerdo, los Estados Unidos levantarían las sanciones comerciales y económicas contra Rusia que han establecido desde 2014 y mejorarían la cooperación con ese país (lo que sugiere que las sanciones si tienen su impacto sobre Rusia).

Si se mira desde afuera, los términos divulgados oficiosamente son favorable a Rusia. El agresor conseguiría el reconocimiento de una forma u otra, por los Estados Unidos de su conquista de Crimea (completada en 2014) y de los sectores que actualmente ocupa del resto del territorio de Ucrania. El agredido no podría incorporarse a la OTAN y dependería para su seguridad de una “garantía robusta” que sería proporcionada por los países europeos y, quizás, de fuera de la región. No se hace mención, aparentemente, a una participación de los Estados Unidos en ese mecanismo de seguridad. Ante la amenaza efectiva de Rusia, se promete algo que todavía no tiene sustancia y cuya eficacia es dudosa.

Pero, por algún motivo, el jueves Putin lanzó uno de los peores ataques hasta ahora contra la capital y otras ciudades de Ucrania causando decenas de muertos y heridos. Aunque el Ministerio de Defensa ruso proclamó que sus fuerzas habían llevado “adelante un ataque masivo con armas de precisión de largo alcance” contra varias empresas del complejo militar industrial ucraniano”, la evidencia recopilada en el terreno demostró que la realidad no coincide con esa afirmación. El ataque contra objetivos civiles llevó a Trump a publicar en la red Truth Social, el mensaje: “Vladimir, STOP!”

¿Se le terminó la paciencia al presidente norteamericano?

Esta semana lo sabremos. O no. Así es la alta diplomacia en la era Trump.

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