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¡Y llegamos a los 100 días!

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Rosa Esperanza | Montevideo
@|Según dicen, estos son los días en que un gobierno electo tiene el enamoramiento con su electorado.

Evaluamos y leemos evaluaciones y más allá del amor o la pasión del electorado (cuyos sentimientos reales desconocemos con certeza) nos basta mirar, observar y aterrarnos por lo que está ocurriendo.

Venimos de 5 años en que quedamos posicionados en el mundo como el pequeño gran país que supimos ser. Volvieron a nombrarnos y saber quiénes somos. Volvimos a sonar como refugio en un mundo tan convulsionado.

Hoy, todo es incertidumbre y nada está claro; por cierto muy mala cosa para la inversión y el crecimiento.

Los distintos actores dicen cosas opuestas y leí con horror en la prensa que si bien el Estado dice estar de acuerdo con algunas exoneraciones o renuncias fiscales, se disponía a rever otras. También que iba a bajarse el monto del efectivo que puede usarse en las distintas transacciones comerciales a US$ 40.000 (hoy es de unos US$ 150.000).

Esto ya tiene hoy la terrible consecuencia de que quienes se disputaban las grúas y los obreros estén pensando en terminar lo iniciado y esperar a tener normas claras para seguir; ¿qué va a ocurrir con los trabajadores que terminan una etapa de una obra y no hay otra en vista? El circuito virtuoso que generan las normas seguras y claras es justamente el del empleo seguro y la mejoría de la paga a quien desarrolla con excelencia su labor. Hoy más que nunca no nos podemos permitir dudar y menos aún que se sepa que dudamos. ¿Alguien puede imaginar a un inversor decidido a invertir si cabe la posibilidad de que lo obliguen a pagar 8 horas de trabajo cuando se trabajan 6? El privado solamente invierte donde nadie cuestiona su derecho a ganar dinero y nadie pretende que lo reparta con sus empleados.

¡Una ley nacional de alquileres! ¿Quizás incorporar un RAVE para que puedan suspenderse los desalojos y no suba el precio del arriendo?

En este último supuesto, el inversor desarrollador inmobiliario no construiría nada que no pueda ser arrendado libremente; ¿o quizás alguien puede pensar que el desarrollador vendría al país a hacer una especie de dádiva social?

El Ministro de Economía ha repetido mil veces que la mayor parte de la inversión que el país necesita debe provenir del sector privado.

¿Es ésta la forma en que alguien cree que esa inversión se generará?

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