Homenajeando con la tuya

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Objetivamente analizado, hay que itir que el gobierno no ha dado pie con bola prácticamente desde que se instaló el primero de marzo.

A los varios episodios sucesivos de incumplimiento tributario de las autoridades designadas, se sumó en los últimos días el escandaloso anuncio de la compra de una estancia por 33 millones de dólares -para destinarla a un puñado de 15 colonos- como homenaje al fallecido expresidente José Mujica. Así, mientras el equipo económico abre el paraguas antes de que llueva, sabedor de que muchas promesas demagógicas del año pasado no podrán cumplirse (y en tanto se legisla una solución a la Caja de Profesionales aún más onerosa para estos que aquella que había propuesto el gobierno anterior) se otorgarán unos dos millones de dólares del erario público a cada uno de esos 15 afortunados beneficiarios.

En su columna del domingo pasado en este diario, Pedro Bordaberry adicionó detalles que hacen todavía más preocupante la pésima inversión anunciada, sumando su voz a la del senador Sebastián Da Silva, quien denunció in situ lo espurio del procedimiento. Un costo por hectárea pagado por el Estado que casi duplica el valor de mercado, la improductividad de extensas áreas inundables y un sistema de riego que ahora se aclara ¡que no está incluido en el precio!, acentúan el sinsentido de una inversión a la que se intentó dar una pátina de sentimentalismo, asociándola al fallecimiento del líder histórico del MPP.

Lo primero que uno se pregunta es, si tanto querían rendirle homenaje, por qué no hicieron una colecta entre sus votantes -siempre emocionados por la filosofía austera de “el Pepe”- y pagaron esa dádiva con su propia plata.

Es fácil ser así de generoso con la tuya. Pero esta no fue la primera vez.

Alcanza con recordar al Fondes y sus velitas encendidas al socialismo: los recursos públicos volcados a empresas fundidas, con el escándalo de Envidrio y los préstamos de Inefop nunca reintegrados, entre tantos ejemplos.

O evocar la construcción del faraónico Antel Arena, que los s de la telefónica estatal todavía estamos pagando en cómodas cuotas mensuales.

O las onerosas contrataciones de estrellas pop argentinas que cantan tonterías, a cargo de la misma Intendencia de Montevideo que hoy recorta los presupuestos de la Comedia Nacional y la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático, para desenrojecer en algo sus números, demostrando en qué tipo de cultura invierte y cuál retacea.

Lo del campo María Dolores -otro dolor de cabeza, como su nombre lo indica- es un claro símbolo de la manera como la izquierda gestiona este país, tanto a nivel nacional como departamental. Financian sus propios desvaríos con la plata de todos, confundiendo la istración de los recursos públicos con su coto de caza personal y grupal. Se lo espetó explícitamente la politóloga y dirigente frenteamplista Patricia González al senador Da Silva en el programa Esta boca es mía de canal 12: “si quieren gastar en lo que a ustedes les parece mejor, ganen las elecciones”. Para la actual izquierda -¡tan distinta a la que conocimos en el pasado!- recibir el respaldo del soberano no implica una responsabilidad de probidad en el manejo de los recursos que aporta la gente. Al contrario, es una especie de licencia para dilapidarlos en lo que a ellos se les ocurra.

Y paralelamente, todas las semanas aparece uno nuevo que se saltea los impuestos: son rápidos para usar la plata del contribuyente pero se pasan de lentos cuando les toca pagar con la de ellos.

Estos primeros meses de gobierno del FA ponen de manifiesto el inquietante amateurismo de sus dirigentes: el designado presidente del Instituto Nacional de Colonización ahora se declara “orgullosamente colono” aunque reconoce que no explicitó tanto orgullo en su curriculum vitae. El mismo presidente Orsi se ve obligado a asumir que no le habían advertido de esa incompatibilidad. Todo es improvisado y caótico.

Hay una anécdota de nuestra historia que suele citarse cuando se habla de patriotismo. Cierta vez se le pidió al presidente colorado Joaquín Suárez, quien gobernó entre 1843 y 1852, que reclamara la devolución de los recursos que él había aportado al país de su fortuna personal. Entonces dijo la famosa frase que recoge Luis Hierro López en su libro El héroe silencioso: “a la madre no se le piden cuentas”.

La interpretación que hace el FA de esta gloriosa máxima es la que harían los adultos descarriados que aún viven de sus viejos: en el sentido exactamente inverso.

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