Una embajada polémica

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La propuesta de designación de Carolina Ache como potencial embajadora en Portugal es de los actos políticos más cínicos del que se tenga recuerdo. El presidente Yamandú Orsi, que hace del buen tono y la amabilidad una forma de ser y gobernar, dice haberse “sorprendido” por la reacción de la oposición y que la idea con esta designación fue que “todos los partidos tengan su espacio para hacer sus aportes”.

Carolina Ache sacó 1177 votos en la elección interna del Partido Colorado y no representa a nadie más que a ella misma, por lo que su designación no tiene nada que ver con dar lugar a otros partidos como dijo el presidente. Así lo hizo saber el senador Andrés Ojeda, nada menos que secretario general del Partido Colorado, quien se quejó de que su partido no había tenido ningún rol en aquella propuesta.

Es evidente que lo relevante, más que a quién representa Ache, es quién la representó a ella.

Si Carolina Ache tiene una chance real de ser embajadora de designación política de Uruguay ante Portugal es simplemente por una razón: haber contratado al exfiscal de Corte y actual prosecretario de la Presidencia Jorge Díaz como su abogado. Corto, no le busquemos más vueltas porque no las tiene. Díaz usa su actual influencia política para colocar a su cliente, o excliente. Si la motivación es simplemente comercial, o tiene alguna implicancia política puede ser discutible, pero el vínculo es clarito.

Recapitulemos un poco porque todo pasa muy rápido y uno se va olvidando. El llamado “caso Marset” es más simple de lo que parece. El narcotraficante Sebastian Marset no tenía ningún proceso judicial abierto en Uruguay, por lo cuál tenía derecho legal a un pasaporte en nuestro país. A todos nos parece mal que así sea, pero el respeto de la ley es uno de los principios civilizatorios más importantes de nuestras sociedades. Era una ley aprobada en 2014 durante el gobierno de Mujica la que obligaba a otorgar el pasaporte.

En este contexto se llama a una interpelación que sin dudas no tuvo el mejor manejo político de parte del gobierno anterior. Se cometieron errores que costaron varias cabezas, pero, cuidado, no fue la emisión del pasaporte (a la cuál nadie pudo señalar ningún reparo legal) sino el manejo político de la interpelación.

La persona a la que el Frente Amplio acusó de mentir al Parlamento fue justamente Carolina Ache. Ella es la persona a la que sí se le había advertido quién era Marset según está probado. Ella fue la persona que recibió al abogado de Marset en su despacho. Es decir, de todas las autoridades políticas, a la única que le puede caber algún reproche político por el manejo del pasaporte, esa persona está siendo propuesta como embajadora por la fuerza política que la acusó de todo.

La pregunta que surge naturalmente es si el secretario Alejandro Sánchez y/o el presidente Orsi no pueden o no quieren poner algún límite a la arbitrariedad con la que Díaz premia y castiga a los propios y ajenos respectivamente.

Todo esto ocurre la semana que el fiscal Perciballe cuenta lo que era un secreto a voces. Que Jorge Díaz lo perjudicó a él y a tantos otros que no le eran funcionales en la fiscalía. Así gobernó la fiscalía y así pretende seguir desde el poder ejecutivo. Estamos ante un funcionario de lógica argentina kirchnerista, poco común en este país.

Nada pega con el estilo habitual del presidente Orsi. Pero él no se puede hacer el distraído como para decir que “busca darle un espacio” a todos los partidos.

Debe asumir que es presidente hace 100 días y cargar con las consecuencias de lo que hace o deja hacer a su entorno.

La gran pregunta es ¿por qué? ¿Por qué le dan este premio a una política sin votos, que renunció como viceministra acusada gravemente por el Frente Amplio? Como están planteadas las cosas, alguna gente puede pensar que esto forma parte de una especie de agradecimiento. Quizás sea un premio por no haber apoyado al candidato de la oposición en el balotaje. O quizás sea algo más oscuro que aún no podemos ver.

La embajada en Portugal es cotizada entre los diplomáticos. Se vive muy bien en una hermosa ciudad europea cerca de todas las capitales del viejo continente, pero sin tanto trabajo como en Madrid. La propuesta de Orsi es que esté a cargo de una adversaria política sin votos a la cuál su partido acusó de favorecer a un narcotraficante.

No hay que ser extremadamente mal pensado para darse cuenta que algo en esto no cierra.

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