Uruguay vivió la mayoría de su historia en guerras civiles y conflictos políticos sangrientos. Pero siempre hubo un lugar de refugio contra esa pulsión fratricida, que tal vez heredamos de nuestros ancestros españoles: el fútbol. Allí convivían de manera armónica, incluso en los peores momentos, personas que tenían visiones radicalmente distintas de la sociedad. A impulso de gente que busca imponer una hegemonía política absoluta, eso parece estarse perdiendo. Una pena.