Con casi 20 años como escritora y 25 libros publicados, V. E. Schwab (Victoria Elizabeth Schwab) se ha convertido en sinónimo de best seller. A sus 37 años, los libros de esta autora nacida en Estados Unidos y residente de Escocia son esperados por un ejército de lectores que los convierten en éxito literario mundial. Eso ocurrió con las novelas Gallant o Una canción salvaje, así como con las sagas Villanos y Los colores de la magia, todas traducidas a varios idiomas y disponibles en librerías uruguayas.
Schwab, una de las escritoras de fantasía más leídas del mundo, alcanzó su consagración con La vida invisible de Addie LaRue, que publicó en 2020 y durante 37 semanas estuvo entre lo más vendido del New York Times. En 2022 tuvo alcance mundial con First Kill, la serie de Netflix basada en su antología de cuentos vampíricos. Antes de todo eso, en 2019, visitó Uruguay.
Este martes publicó Que entierren nuestros huesos en la medianoche (Editorial Umbriel, 990 pesos), en la que se atraviesan varios siglos de historia a través de tres mujeres: María, Charlotte y Alice. Maria vive en el año 1500 en Santo Domingo de la Calzada (España) y enfrenta un matrimonio que no desea, Charlotte lidia con el escándalo dentro de la sociedad inglesa de inicios del siglo XIX en la que no encaja del todo, y Alice lucha con el inicio de las clases y un dolor que la carcome en la ciudad de Boston en 2019. Aunque son de épocas y lugares muy distintos, sus historias se irán entrelazando con el correr de las páginas de esta novela de vampiros. Sí, es una historia de vampiros, aunque la palabra aparece solo una vez en las 576 páginas del libro.

En una charla vía Zoom con El País antes del lanzamiento mundial de Que entierren nuestros huesos en la medianoche, Schwab reconoció que estaba nerviosa. Dijo que si bien siempre tiene ansiedad previo a un lanzamiento, hay libros que dan más miedo que otros. Este es de esos.
“Se ha vuelto más difícil libro tras libro y a medida que las apuestas han aumentado para mí y mi carrera. Porque la definición de éxito cambia con el tiempo. Este es mi libro número 25, y eso es mucho. Pero al mismo tiempo, lo siento como una continuación de La vida invisible de Addie LaRue, que es mi libro más exitoso, y por eso da miedo. Además, es el libro más personal que he escrito”, dijo.
—Es extraño que sea tu libro más personal cuando se trata de vampiros.
—Sí, es extraño porque se trata de vampiresas lesbianas tóxicas a lo largo de 500 años (se ríe), pero es cierto. Hay mucho de mí allí, por eso mi corazón está como zumbando. Pero a la vez me siento increíblemente querida, sostenida y acompañada por los lectores y las editoriales. Así que la ansiedad no viene tanto del miedo a que algo salga mal, sino de la esperanza de que todo salga bien.
—En este libro, volvés a usar una voz narrativa lírica y oscura que recuerda a Addie LaRue. ¿Fue una decisión consciente, o simplemente sucedió?
—Fue consciente en el sentido de que, si bien ambos libros son independientes, pasé 19 libros escribiendo fantasía centrada en la trama, que sigue siendo mi gran amor, y luego escribí Addie. Fue mi libro número 20. Y la gente venía y me decía: “Quiero leer más como eso”, y yo respondía: “No tengo más libros como ese”. Eso me generó una crisis existencial, porque la escritura de Addie fue tan especial que temí no volver a sentirme así con un libro. Creo que las novelas impulsadas por la trama y las impulsadas por los personajes surgen de maneras diferentes. Cada libro satisface algo en mí, pero hay una intimidad muy especial en escribir una novela centrada en los personajes. Por eso estaba triste, de duelo después de Addie, pensando que nunca volvería a sentir eso. Pero quería escribir otra historia de inmortalidad.

—Y nada mejor que vampiros para hablar de inmortalidad
—Sí. Como Addie LaRue es una historia sobre un pacto con el diablo, no quería repetir eso. Y los vampiros también son un pacto en el sentido de que ganás algo y sacrificás otra cosa. Además, creo que los vampiros son inherentemente queer. Incluso los más primigenios. Si te fijás en Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu, que salió mucho antes de Drácula, representa una sexualidad fluida. Representa violencia y atracción, horror y romance al mismo tiempo, lo cual me encanta. Y sabía que quería escribir sobre una villana lesbiana. Durante muchos años sentí que no podía hacerlo, porque existía el miedo de que la gente confundiera lo queer con algo malo. Pero eso es absurdo, porque es muy reduccionista. Si como persona gay decís que no podemos tener la misma complejidad y matices que nuestros equivalentes heterosexuales, nos estás diciendo que debemos estar en un pedestal, ser monolíticos. Y yo quería romper con eso. Pensé: quiero escribir una vampira lesbiana tóxica. Una villana hecha y derecha, para mí.
—Si Addie LaRue es una historia de inmortalidad y esperanza, ¿cómo defines a Que entierren nuestros huesos en la medianoche?
—Es una historia de inmortalidad y hambre. Y “hambre” es una palabra genial, porque puede referirse al hambre física, pero también al hambre de amor, de intimidad, de sexo, de venganza, incluso de ser vista. Quería explorar esa hambre en todas sus formas. Estilísticamente ambas novelas están escritas en lo que llamo fantasía baja. Entonces, en lugar de tener que abandonar nuestro mundo para encontrar la magia, hay que traer la magia y entender que siempre ha caminado junto a la realidad.
—Esta novela entrelaza tres líneas temporales y tres personajes muy distintos. ¿Cómo se aborda una historia con una estructura tan compleja?
—Soy muy neurótica (se ríe). Lo que hago es planificar todo el libro, cada escena, y luego lo organizo en orden narrativo, que es como el lector experimentará la historia. Después, separo cada personaje en su línea temporal cronológica y escribo todo lo de María, luego todo lo de Charlotte, luego todo lo de Alice. Así mantengo la voz de cada personaje, lo que también me ayuda a mostrar cómo evoluciona su personalidad a lo largo de los años. Por eso, para cada personaje busco esos momentos clave: los mejores y los peores, los que definieron quiénes son.
—Es una historia de vampiros, pero el lector no lo descubre hasta que está atrapado en la novela.
—¡Exacto! Y eso me encanta. Porque sí, es una historia de vampiros si te gustan los libros de vampiros. Pero si no te gustan, no lo es. La palabra “vampiro” aparece solo una vez, y es totalmente intencional. Porque es un libro sobre el hambre, no sobre vampiros. El elemento sobrenatural es una vía para contar una historia sobre lo que significa ser humano. Sí, hay mordidas sensuales, pero también es sobre intimidad, autenticidad y lo que significa ser libre. Especialmente para las mujeres, porque creo que existe una violencia en moverse por el mundo en ciertos cuerpos. Soy corredora, y no puedo salir de noche sin pensar si me voy a sentir segura, o no. Así que quise explorar eso: para las mujeres del libro, la liberación no es pasar de humana a vampira, sino de presa a depredadora. Hay un momento en el libro en que Alice se da cuenta de que lleva 18 años temiéndole a los hombres, y de pronto se da cuenta de que ya no tiene que tener miedo. Ellos deben tenerle miedo ahora.
—Son mujeres empoderadas.
—Exactamente. Por eso el vampirismo se vuelve una metáfora de alguien cuyo poder proviene de sí mismo.

—¿Cómo fue el proceso para pensar en esta novela?
—Me lleva más tiempo pensar la historia que escribirla. Paso dos o tres veces más tiempo pensando el libro que escribiéndolo. Y eso viene tanto de la ansiedad como de la ambición. Necesito la confianza de saber que tengo una buena historia antes de empezar a poner palabras en papel. Así, cuando escribo, puedo disfrutar cada escena sin preocuparme de si está funcionando o no. Porque ya sé cómo encaja en el todo. Es una historia de cocción lenta. Como Addie LaRue, no podés esperar que todo ocurra en las primeras 100 páginas. Son como partidas de ajedrez. Para que te importe el desenlace, tenés que ver cómo se arma el tablero y conocer las reglas. Mis libros piden un poco de paciencia e inversión de tiempo. Yo leo unos 125 libros por año, y no quiero que todos me cambien la vida. Quiero que 10 lo hagan, y quiero escribir uno de esos. No soy la autora de libros para devorar y nada más. Quiero que te persigan cuando los termines.
—Después de Gallant, Addie y el universo de Los colores de la magia, ¿cómo sentís que has evolucionado como escritora?
—Pienso mucho en eso. Mi próximo libro va a ser el tercero y último de la saga Villanos. El primero salió hace 12 años. Yo tenía 24, y estoy por cumplir 38. Y escribir ese final es difícil porque ya no soy la misma persona. Quiero que esté alineado con los otros libros, sin parecer que estoy imitando a mi yo del pasado. Por ejemplo, ahora me importan mucho más las historias de fondo que hace 10 años. Me interesa mucho la dinámica interna, la historia personal de los personajes. Antes era “empezá a correr”. Ahora quiero correr, sí, pero también incluir un flashback que te diga algo importante. Lucho por encontrar el equilibrio entre la escritora que soy ahora y la obra que hice antes.
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