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La madre de Roberto Gómez Bolaños le enseñó a hacer rimas y, en la adolescencia, a falta de facha —que sí tenían sus dos hermanos— usó ese talento para componer canciones y conquistar mujeres. Amaba las matemáticas y comenzó a estudiar ingeniería, convencido de que ese sería su camino, hasta que se hartó de trabajar en una fábrica y probó suerte en una agencia de publicidad.
La creatividad lo atrapó enseguida. Comenzó escribiendo guiones para radio, y perfeccionó su herramienta —la palabra— de forma autodidacta. En esos primeros libretos empezaron a asomar el doctor Chapatín, el Chavo del 8, el Chapulín Colorado: personajes que conquistaron la pantalla latinoamericana y se convirtieron en leyenda.
Chespirito, como lo apodó el cineasta Agustín Delgado por considerarlo un mini Shakespeare, inventó frases que aún habitan el imaginario colectivo: “Se me chispoteó”, "Que no panda el cúnico” o “Síganme los buenos”.
Mucho en su historia sucedió “sin querer queriendo”, como cuando terminó frente a las cámaras porque faltó un actor, o cuando conoció a Florinda Meza en un set, sin imaginar que al final sería su gran amor.
Hoy su nombre y su universo de personajes frágiles y humildes están en boca de todos porque su historia, que merecía ser contada, llegó a la pantalla de Max este jueves, con el estreno de su serie biográfica: Chespirito: sin querer queriendo. Antes, la historia del hombre que marcó a fuego las infancias de América Latina.
Chespirito: sin querer queriendo es la primera serie biográfica oficial sobre Roberto Gómez Bolaños. Dirigida por David Ruíz (¿Quién mató a Sara?), cuenta con dos de sus hijos, Roberto y Paulina Gómez Fernández, en el equipo creativo.
La serie retrata al comediante en sus múltiples facetas, incluyendo su veta más personal: desde su infancia en Ciudad de México, pasando por la creación de sus personajes más entrañables, hasta decisiones cruciales de su vida y carrera.

El actor Pablo Cruz es el encargado de interpretarlo y, según confesó a Diario Hoy, gritó al enterarse: “No me lo creía”. Para construir el personaje, contó con el acompañamiento constante de la familia de Chespirito: “Sus hijos fueron mi guía y estuvieron 24 horas disponibles durante todo el proceso”.
Estrenada globalmente el 5 de junio en Max, la serie lanza un nuevo episodio cada jueves. Tendrá ocho episodios en total.
La infancia de Chespirito entre fútbol, frijoles y fórmulas

Elsa Bolaños dio a luz a Roberto el 21 de febrero de 1929, pero el bebé estuvo cerca de no nacer. Por error, Elsa había tomado un remedio contraindicado para embarazadas y su hermano, médico, le aconsejó abortar. Ella se negó. Así lo relató el propio Chespirito en su autobiografía Sin querer queriendo (2006).
Su padre, Francisco Gómez, murió cuando él tenía seis años. Era un gran pintor —un talento que Chespirito heredó— y un auténtico bohemio: “Ganaba buen dinero, pero se lo bebió todo y solo dejó deudas”, contó el actor en una entrevista.
Así, definió a su madre como una "fuera de serie". Gracias a su trabajo, él y sus hermanos fueron a un buen colegio y nunca pasaron hambre. No tuvo juguetes caros, pero nunca le faltó una pelota. Disfrutaba tanto del fútbol que estuvo cerca de ser profesional, aunque su bajo peso lo obligó a abandonar.
"Fui un niño muy feliz. No comía manjares, pero nunca faltaron frijoles y tortillas. No estuve en la miseria, pero tampoco del otro lado", le dijo a Jorge Guinzburg.
Cómo nació el exitoso universo Chespirito
La publicidad lo desvió de las matemáticas y la ingeniería, hasta que el humor lo capturó. Empezó como guionista para Viruta y Capulina en la radio. Luego pasó a la televisión, le ofrecieron encargarse de más programas y se ganó un nombre como escritor.
"Me buscaban mucho y pensé que eso sería toda mi vida. De hecho, sigo pensando que lo primordial en mí es la capacidad para escribir", contó a RFI. La actuación llegó de casualidad: un actor se ausentó, él había escrito el personaje, y no tuvo más alternativa que hacerlo. Lo felicitaron por su desempeño. El resto es historia.
En 1968 fue contratado por Canal 8 y surgió Los súper genios de la mesa cuadrada, que a los dos años pasó a llamarse Chespirito. Allí nacieron el Chapulín Colorado, el Chavo del 8 y todos los personajes memorables de su vecindad: Don Ramón, Doña Florinda, la Chilindrina, Quico, el Profesor Jirafales.
Los nombres con “Ch” empezaron por casualidad: primero fue el doctor Chapatín (por su baja estatura), luego eligió Chapulín como palabra local, y Chavo por los chavales que venían de España. “Cuando noté la coincidencia, empecé a agregar más, sobre todo a los que interpretaba yo”, contó a RFI.
Confesó que jamás soñó con ser Chespirito y que la primera vez que la gente lo reconoció fue a los 41 años, como el Chapulín: "Nunca es tarde”, reflexionó.
El gran amor de Chespirito y su eterno legado

Se casó a los 22 años con su vecina Graciela Fernández, y con ella tuvo seis hijos. Dos décadas después, en el set que lo convirtió en leyenda, se enamoró de Florinda Meza, la actriz que interpretaba a Doña Florinda. Ella, al principio, lo ignoraba —“él andaba con muchísimas”, confesó—, pero él insistió con poemas, dibujos y, durante todo un año, le llevó una flor por día.
Se casaron en 2004, luego de haber pasado 26 años juntos. “Me hice fiel porque tengo todo”, dijo Gómez Bolaños alguna vez. Florinda lo acompañó hasta el final, cuando los problemas respiratorios lo obligaron a retirarse a Cancún, donde murió el 28 de noviembre de 2014.
Chespirito marcó época y generaciones. Su hija Marcela recordó entre risas una anécdota que lo resume a la perfección: una compañera de escuela le arrancaba mechones de pelo “para tener colección de pelos de la hija del Chapulín”.
Alguna vez le propusieron hacer una nueva versión del Chavo del 8 y, aunque podía ser buen negocio, nunca lo consideró como una posibilidad. “Se puede encontrar un Chavo mil veces mejor que yo, pero es imposible conseguir, al mismo tiempo, a Don Ramón, la Chilindrina o Florinda”, le dijo a Maradona en La noche del 10. El programa, que terminó en 1980, se mantiene vigente hasta hoy, en repeticiones de televisión, en internet y hasta como dibujito animado.
Decía haber ganado menos dinero del que la mayoría supone, pero más del que alguna vez imaginó. Su verdadera fortuna, repetía, era ver la sonrisa de un niño.
El 8 era su número favorito, pero también le gustaba porque, acostado, es el símbolo del infinito. Una vez dijo que si pudiera hacer cualquier cosa por un día, elegiría morirse "un ratito y volver, para confirmar el recuerdo de qué es lo que pasa”. Sentía una inmensa curiosidad por lo que viene después. Hoy, su legado sigue creciendo. Y como él mismo dijo: “Que fui un buen hombre. Ese es el legado que quiero dejar”.
La visita de Chespirito a Uruguay
En pleno auge de su carrera, en noviembre de 1979, Roberto Gómez Bolaños vino a Uruguay junto al elenco del Chavo del 8 para actuar en un festival en el Cilindro Municipal. El diario El País definió ese espectáculo como una "fiesta inolvidable". El elenco completo visitó la redacción de este diario, donde los actores firmaron autógrafos y se sacaron fotos con la multitud de niños que los esperaba en la puerta.
Antes, cientos de fanáticos se habían acercado al Aeropuerto Internacional de Carrasco para darles la bienvenida que se merecían.
"Me hace feliz que mis personajes tengan éxito en Uruguay", dijo Chespirito en una nota exclusiva que dio a El País. Él y La Chilindrina —el personaje que hacía María Antonieta de las Nieves— se sacaron fotos con las camisetas de Nacional y Peñarol intercaladas, para evitar roces con las hinchadas.
La Chilindrina, además, bailó el tango con el animador oriental Cote Saravia, en plena redacción.

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