El ténis aporta múltiples beneficios a la salud física y mental de las personas. Alejandro Orizola, traumatólogo especialista en Medicina Deportiva y jefe médico de la Copa Davis, dice que favorece el funcionamiento del sistema cardiovascular, aumenta la flexibilidad y movilidad del cuerpo, y reduce los niveles de estrés y ansiedad.
Además, el tenis reduce los riesgos de padecer obesidad o diabetes, mejora la coordinación, aumenta la energía y fortalece el corazón, por lo que es recomendable incorporarla en cualquier momento de la vida sin importar la edad.
Otro de los impactos más destacados de esta práctica es que los movimientos frecuentes para sostener la raqueta fortalecen la masa muscular de hombros y brazos, mejorando así la rotación y la estabilidad.

El doctor Orizola resalta que este deporte retrasa de manera significativa los signos del envejecimiento, principalmente porque al ser un ejercicio aeróbico contribuye con el sistema cardiorrespiratorio, lo que implica que lleva más oxígeno al cerebro y mantiene el corazón joven.
Es una alternativa ideal para quemar calorías, en vista de que la velocidad e intensidad que se requiere para los encuentros hace que el cuerpo utilice la grasa para suministrar la energía necesaria.
Según la Asociación de Tenis de los Estados Unidos, el juego regular fortalece las vías neuronales que protegen y mantienen la salud de la mente y el cuerpo a lo largo de la vida, lo que aumenta la posibilidad de desarrollar mayores habilidades.
Conforme a ello, la entidad resalta que esta actividad ayuda a fomentar la disciplina en los entrenamientos y partidos, dándole un significado diferente a la idea de pérdida para interpretarla como una retroalimentación de lo aprendido.
Por otro lado, el deporte libera endorfinas, neurotransmisores que brindan una sensación de bienestar, disminuyendo el estrés y la ansiedad. La organización norteamericana también considera que el tenis es una alternativa ¡para potenciar la concentración de las personas ya que requiere coordinación de movimientos, atención y reflejos.
Stephany Guzmán Ayala, El Tiempo/GDA