Carecen de inteligencia emocional, son materialistas, obsesivos por acumular éxito y ególatras. El síndrome de Simón, popularizado por el psiquiatra español Enrique Rojas, es un fenómeno peculiar que afecta exclusivamente a hombres mayores de 30 años y les impide comprometerse sentimentalmente.
Presenta similitudes con el síndrome de Peter Pan, creado en los 80 por el psicólogo Dan Kiley, quien analiza en su obra homónima las características de quienes presentan dificultad para asumir las responsabilidades propias de la edad adulta.
Sin embargo, no son lo mismo. Corresponden a dos tipos de sociedades distintas y es en este sentido que radica su diferencia. Los ‘Simones’ actuales se ven influenciados por la tecnología −especialmente las redes sociales−, la era del ‘yo’ absoluto y los cambios de dinámicas en las relaciones amorosas.
“Un hombre mayor de 30 y algo años soltero, lo único que quiere es no comprometerse con una mujer. ‘Yo no quiero perder mi libertad’, dicen", explicó semanas atrás Rojas. “¿Y cómo llegan a esa situación? Todo este entorno, las redes, la pornografía los lleva”, añadió. El término es un acrónimo que describe cinco rasgos característicos de su personalidad: S de soltero, I de inmaduro, M de materialista, O de obsesionado por el trabajo y N de narcisista.
El Instituto Rojas Estapé de España, fundado por Enrique Rojas y su hija, Marian Rojas Estapé, médica, especialista en psiquiatría y escritora española, describe en profundidad cada uno de los rasgos:
- S - Soltería: “Se exhiben y pasean frente a las mujeres buscando mostrarse, desfilar por la pasarela de los que ‘están libres’ y después que puje la que más fuerza tenga para llevarse el trofeo”.
- I - Inmadurez: “Nos encontramos con una persona que puede tener una adecuada madurez profesional (ama su trabajo, lo cuida y es un buen profesional), pero que no tiene madurez afectiva: no sabe qué es el mundo sentimental y desconoce que los sentimientos hay que trabajarlos con dedicación y esmero, porque si no se volatilizan”.
- M - Materialismo: ”Se interesan por las posesiones materiales y la búsqueda de mejorar la propia imagen a través de objetos y símbolos de estatus".
- O - Obsesión por el éxito: “La prioridad de esa persona es fundamentalmente encontrar una posición económica adecuada y situarse. Y sacrificarlo todo por esto”.
- N - Narcisismo: “Gira permanentemente sobre sí mismo, siempre preocupado por causar una buena impresión a la gente que le rodea y además reclamando elogios, iración y reconocimiento”.

La psicología detrás de los ‘Simones’
“No es un diagnóstico clínico, de hecho no figura en ningún manual de psiquiatría”, advierte Micaela Zappino (M.N. 85345), psicóloga especialista en salud mental. “Se trata más bien de una etiqueta sociocultural que refleja cómo ciertos ideales de masculinidad se sostienen en la evasión del lazo”, añade.
Para la psicóloga no es “una forma de ser” sino una respuesta adaptativa a una época que promueve el desapego, el exitismo y la satisfacción inmediata. Cita que desde el psicoanálisis siempre se entendió el compromiso amoroso como un trabajo compuesto dado que amar no es natural sino más bien, un acto. “Pero hoy ese acto se complejiza aún más, porque vivimos en una cultura que romantiza la libertad individual y demoniza el sacrificio", sostiene.
Sin embargo, a pesar del fuerte peso de la cultura sobre los ‘Simones’, no es posible pensar en sus rasgos característicos sin leer la historia singular detrás cada uno de ellos. Zappino explica que detrás del “rechazo al compromiso” es posible que haya heridas vinculares tempranas, modelos afectivos disfuncionales, o incluso un ‘yo’ frágil que se defiende alejándose del otro para no ser herido. “En el fondo sus actitudes son una defensa frente a lo que el amor tiene de riesgoso que es dejarse afectar”, enfatiza.
Por último, Rojas afirmó: “Es un defecto, una limitación, hay que explicarles que la libertad consiste en ser capaz de darse a otra persona que merece la pena para uno”. Y añadió: “El problema es que ni siquiera reconocen el problema y muchos lo niegan”.
Victoria Vera Ziccardi, La Nación/GDA
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