Oriundo de Capurro, Gianfranco Espíndola —ala-pivot de 25 años y 1,95 metros de altura— llegó a Nacional por su poderío físico y una técnica de tiro en constante evolución, según lo que le destacó el propio entrenador Álvaro Ponce.

La sacó a relucir en la quinta final, con 5/5 triples que impulsaron la remontada del tricolor en las finales, que hasta ahí las perdía 1-3. En aquel último cuarto, Nacional ganaba por 21, Aguada se le vino y si pasaba era campeón. Pero Espíndola metió 11 puntos (tres triples y un doble) en los últimos 10 minutos para concretar la victoria de su equipo. En total fueron 17 puntos, siete asistencias y los mismos rebotes en el partido.

—¿Fue la quinta final el mejor partido de tu carrera?

—Sí, creo que por el momento en el que estaba el equipo y lo que había en juego, sí. Fue un momento de jerarquía personal. También te podría haber dicho uno del año pasado con Urupan: metí 30 puntos contra Malvín por Play-in. Pero nada que ver con el valor que tenía este juego.

—Ganaban por 21, Aguada se les vino y metiste 11 puntos en el último cuarto: ¿qué momentos puntuales te acordás del partido?

—Yo generalmente me acuerdo mucho de los partidos y las jugadas, pero en este caso volví a ver ese último cuarto porque no podía. Fue un momento de tanta tensión y concentración, que fue como poner piloto automático y solo pensar en jugar.

—¿Alguna vez habías embocado el 100% de los triples (5/5)?

—Nunca.

—¿Bromas en el vestuario?

—Hubo un par. Mike Smith me empezó a decir James Harden, Oglivie me decía que lo tenía guardado...

—¿Fue el partido que salvó el título?

—Sí, por cómo se dio. Pero salimos campeones por el trabajo que hicimos durante toda la temporada. Ese favoritismo con el que llegamos a Playoffs lo fuimos ganando primero con la Liga Sudamericana y después partido a partido. Fue un año redondo, una locura linda.

Foto: Estefanía Leal.

—¿Cómo se dio tu vuelta a Nacional esta temporada?

—En julio me aron, me gustó el proyecto y me quedaba cómodo porque estoy viviendo en el barrio. Después hablé con Ponce y me hizo saber que mis características encajaban con lo que quería en Nacional, entonces fue muy fácil tomar la decisión.

—¿Qué te dijo Ponce en aquella charla?

—Lo primero fue sacarme presión. Después que veía que hace años venía progresando, que siga mejorando el tiro, y después que si seguía fortaleciéndome mi juego de correr la cancha, ser aguerrido, defender, rebotear. Iba a encajar con ese Nacional intenso que él se imaginaba.

—¿Y pudiste cumplir con esos detalles a pulir que te pidió?

—Creo que sí porque trabajé mucho las pesas para fortalecerme físicamente y poder ser esa alternativa de número ‘4’ que él pretendía de mí. He notado el cambio y cuando me enfrento a otros rivales en esa posición, que generalmente son más grandes que yo, les empezó a costar moverme, ya no me siento en desventaja. Y con la técnica de tiro lo mismo.

Foto: Estefanía Leal.

—Justamente en esa posición te tocó fajarte con Jamil Wilson: ¿Cómo fue ese duelo?

—Es cierto que se dieron esos roces propios del básquet. Por algún lado intentó intimidarme y yo con mi inglés medio cavernícola le respondía lo que podía (entre risas). Pero él es un señor jugador de básquetbol y en ningún momento fue más que cosas del juego.

—¿Qué tuvo este equipo de Nacional para ganarle a todos los rivales de la Liga?

—Fue un equipo peleando por un objetivo común que era la copa. Nunca hubo egoísmo ni alguien que quisiera salir en la portada, sino que siempre el equipo pudiera ganar.